domingo, 30 de diciembre de 2007

EL AÑO NUEVO

Esa noche él salió decidido a buscar diversión con la única intención de olvidarse para siempre de Claudia. Ese año nuevo sería muy distinto para los dos, después de muchos años no lo pasarían juntos y no se harían promesas de amor y sueños para el año que viene. Se sentía tan vacío esa noche que no pudo evitar llorar en el momento que dieron las doce y no la pudo abrazar. Recordó que hacía más de un mes no tenía a quien reírle y a quien llorarle.
Cuándo se estaba dando cuenta que había cometido un gran error al ir a esa fiesta la vió. Primero pensó que no era ella, pero se quedó mirando como un imbécil la besaba y ella correspondía con una intensidad que él no podía creer. En ese momento se quiso morir. Le dieron ganas de vomitar, pero sobre todo le dieron ganas de morir porque sabía que ya la había perdido para siempre.
Los días siguientes, los primeros días del año se sintió como un muerto que camina, y cada vez que se acordaba de lo que había visto (que era cada cinco minutos) sentía que un taladro se metía en lo más profundo de su corazón, en lo más profundo de su alma…
esos días deseó no haber ido a esa fiesta y no haberla visto con ese enano asqueroso.

lunes, 17 de diciembre de 2007

EL MIEDO

Él siempre fue renuente a una relación de pareja.
El miedo a enamorarse y salir mal parado lo frenaba en cualquier tentativa de buscar a una chica especial. Con Paula todo fue muy diferente a sus anteriores y pasajeras relaciones dónde todo era tan frío. Con ella todo fluyó tan naturalmente que no pudo darse cuenta que se había enamorado, o al menos eso creía. Salían a caminar conversando sobre cualquier cosa, se pasaban horas caminando hasta que llegaba la noche, la maldita noche dónde la acompañaba hasta su casa, y ahí conversaban como una hora más hasta que la mamá de Paula la llamaba, no sin antes mirarlo a él como queriéndolo correr para siempre de su casa.
En esa época se olvidó del miedo, y dejó que la relación con Paula siguiera, estuvieron mucho tiempo hasta que ella ingresó a la universidad y se fue a Lima, intentaron estar lejos, pero la distancia al final terminó destruyendo todo lo bonito que habían pasado.
Estuvo solo tres meses, los más tristes de su corta vida, al menos hasta ese momento. Cuándo pensó que nunca más conseguiría a alguien, y cuando todo le recordaba a Paula, llegó ella. La conoció en una fiesta, y la volvió a ver todos los días a lo largo de tres años, los más felices e intensos de su vida.
Tuvo tanto miedo antes de enamorarse, pero ella era tan especial. Era tan natural, y tan especial y tan detallista que cada uno de sus abrazos y sus palabras hacían que él se enamore cada día más.
Después de un mes y medio de haber terminado con ella, la extrañaba con toda el alma. Sólo quería tenerla cerca y abrazarla, sólo eso. Supo que no sería así, muchos amigos le habían contado que ella salía todas las noches con un hombre distinto y que ya no valía la pena buscarla y arreglar nada.
Esa noche, solo en su cama, quiso olvidarla con toda el alma, pero sabía que era inútil…no pudo dormir y hasta que amaneció sólo pensó en Claudia, el miedo a llamarla otra vez lo venció.

domingo, 16 de diciembre de 2007

LA NUEVA VIDA

Claudia salió de su casa aparentemente tranquila. “Si ese huevón quiere eso, a la mierda con todo” – pensó mientras se dirigía en busca de un teléfono para ubicar a su nuevo amigo, con el que había salido la noche anterior.
Esa misma noche salió a bailar, y al día siguiente fue a almorzar con su nuevo compañero de juergas. Según consejo de su madre, Claudia tenía que conocer a más hombres, mientras más mejor, y ver cual le convenía, - mejor que ese bueno para nada te esté dejando, nunca te podrá dar nada de lo que te mereces, y con esa pinta que tiene – le dijo su madre minutos antes de que ella empiece su nueva vida, llena de cosas tan absurdas como extrañas, pero tal vez eso fue lo que Claudia siempre deseó.

Un mes lleno de salidas nocturnas sin que su madre no le diga nada, tenía tres pretendientes a los que les daba todas las expectativas del mundo sobre un futuro juntos. Pero Claudia no podía entender porque cada vez que se acostaba con uno de ellos, siempre tenía en la mente a él.
Fueron muchas las veces que se acordó de él, pero siempre desistió de llamarlo y seguir viviendo esas noches “intensas” y vacías que sólo lograban que cada día se acuerde más de él.
Una de esas noches, Claudia decidió escoger entre los tres pretendientes que cada día se ilusionaban más con ella. Esa noche al llegar a su casa vio su foto en la mesa de noche, se acordó del día que él se la tomó y del día que se la regaló. Para él había sido la foto más bonita que había tomado en su vida, el sauce llorón que estaba atrás de ella reflejaba en ese momento su estado de ánimo.
Esa noche, Claudia deseó que el galán que había escogido fuera un poquito como él.

EL SÁBADO

Todo había cambiado en tan poco tiempo. Más de tres años de relación habían logrado mucha confianza entre los dos, pero también habían sido la principal razón del deterioro de la relación. Él estaba conciente que sus ocupaciones y el nuevo trabajo de Claudia hacían cada vez más difíciles y más rutinarios los pocos días que pasaban juntos. Siempre lo mismo, una película en la que Claudia casi nunca decía nada y a veces hacer el amor, siempre lo mismo.

Ese sábado por la tarde, en el que decidió decirle toda la verdad, lo iba a recordar por el resto de su vida, tal vez por ser un día de esos que quieres que nunca hayan sucedido, porque después de un tiempo te arrepientes para siempre.

Claudia llegó a su casa, y el sólo verla hizo que él se anime a soltarle todo lo que llevaba dentro y que ya no podía controlar. Sintió que se mareaba cuando se Claudia se puso a llorar diciéndole que era un maricón de mierda. Nunca le gustó hacerla llorar, pero sabía que todo debía ser muy cortante porque sino se iba a arrepentir.

Demasiadas cosas inconclusas que les quedaban por hacer se terminaron de diluir ese sábado. Otra vez su miedo le hacía esto. Después de esa conversación – nos damos un tiempo – rompimiento, no supo si lo que hizo fue lo correcto…pero al final ya estaba hecho.

Cuándo se enteró que Claudia estaba saliendo con tres hombres (¿para olvidarlo?), entendió que no la había podido olvidar, pero que ya era demasiado tarde para intentar de recuperarla.
Ese día quiso no ser tan maricón, y ese sábado haber podido enfrentar sus miedos para no haber terminado con ella.

EL ALCOHOL

El alcohol puede ser mortal. Esa noche estaba celebrando 4 semanas sin verla ni hablar con ella. Para decir verdad se la había cruzado en la calle un par de veces en las cuales se puso muy nervioso. La primera vez tuvo que cruzar la vereda cuándo la vio, ya que no podía cruzársela, pero la segunda vez se detuvo a conversarle, y no entendió porque ella siguió de frente levantándole apenas la mano. Tal vez le dio cólera esa actitud, pero sabía que él había buscado eso. Ese día todo se volvió tan azul, felizmente estaba cerca de su casa dónde después de vomitar de angustia se puso a llorar como no lo había hecho hacía años.

Esa noche salió de su casa dispuesto a olvidar todo y volver a comenzar, absolutamente todo. Pero a las dos horas de empezar a tomar se dio cuenta que no podía olvidar nada. Es más, que todo, absolutamente todo, sólo significaba algo, Claudia.

Esa noche quiso retroceder el tiempo y no haber dicho todo lo que le dijo, pero de nada servía arrepentirse, ya nada tenía sentido. Lo único que necesitaba era su olor, necesitaba sentir su cuerpo, abrazarla y besarla, pero sabía que eso sería imposible.

jueves, 13 de diciembre de 2007

LA REALIDAD

Claudia tiene 21 años. Es una chica promedio. Le gusta bailar los fines de semana y a veces sueña con tener un enamorado que aparte de guapo sea interesante. La otra noche conoció a alguien y quedó inmediatamente pasmada.

Le contó todo sobre su vida. Se sentía un poco extraña, sentía que conocía a este tipo de toda la vida, era como si en otra vida hubiesen sido pareja.
A la hora y media de haberlo conocido, él ya sabía que a Claudia le gustaba la fotografía, que soñaba con ir a París para ver si de una vez por todas podía escribir, y también sabía que ella había tenido un reciente rompimiento con su enamorado de siempre.

La pequeña sonrisa que se esbozó en su rostro sólo significaba la emoción que él sentía al saber que Claudia ya no estaba con enamorado. Lentamente dejó que Claudia hable sobre su pasado amor. Ella cada vez se soltaba más e iba llegando justo a donde él quería. Habían pasado dos horas desde que se conocieron, cuando él se aprovechó de la situación.

Claudia le contó que su ex enamorado se había portado muy mal con ella. Esta era su última oportunidad, mientras Claudia le contaba que se sentía hasta la hueva él la miró fijamente a los ojos, le levantó la cara y sin darle tiempo para que se de cuenta de lo que pasaba, la besó. Fue un beso lento, con mucha pasión. Cuando sus labios se separaron, y Claudia pudo reaccionar, él había cambiado. La dulzura de su voz había desaparecido, su mirada no era la misma y sobre todo su actitud. Esa maldita actitud de alguien que ha conseguido lo que quiere y ya no lo necesita fue la que se apoderó de él instantes antes de que se pare y se excuse con Claudia, diciendo que iba por unas cervezas.
Claudia se dio cuenta en ese momento de lo difícil que era la vida a sus 21 años. Pensó que todos los hombres eran iguales, sólo tenían lo que querían, y luego se terminaba todo. Claudia notó que la magia de todo se había perdido muchos años atrás, y que recién estaba conociendo a la realidad.

LA FELICIDAD

A veces quieres retroceder el tiempo, y añoras los buenos viejos tiempos. Las tardes en el taco, las noches en la plaza viendo pasar los carros y no haciendo nada para cambiar el sentido, sólo contar. Todos se fueron, y te quedaste solo.
Nunca nadie supo bien porque él había cambiado de un día para otro. Nadie supo nunca de sus encuentros en el viejo parque, nunca nadie supo que le gustaban las arañas.

Esperó que esa mañana sea diferente. Como siempre, salió de su casa con el mismo rumbo, la casa de ella. Pasó por su puerta, dudó si tocar. El corazón se le aceleró a mil, y el estómago se le revolvió hasta el punto de querer vomitar. No tendría el valor, nunca lo había tenido. Ya habían pasado dos meses de hacer lo mismo, la misma casa de fachada blanca y portón colonial por el que esperaba que salga ella. 42 veces había pasado por su casa, pero pensó que esta vez sería diferente. Y vaya que fue diferente.

Otra mañana más, a las siete tenía que estar levantado, bañado y desayunado listo para salir. Sabía que si demoraba un minuto más, estaría lamentándose todo el día porque estaba seguro que ella habría salido de su casa ese minuto antes, culpable de su futura felicidad.
Se encontraba entre tocar y no tocar el timbre, cuando sintió que la puerta de la felicidad se abría. Era ella, y salía recontra apurada, por lo de que las chicas se arreglan una hora.
Él tomó valor de donde no tenía, y se acercó. Ella no sabía de su existencia, no sabía que con esa eran 43 pasadas por su casa y 43 indecisiones para tocar el timbre y buscarla y acompañarla al colegio. “Tocar o no tocar, he ahí el dilema”. Pobre pequeño Hamlet, como quedó arruinado en el suelo, totalmente pisoteado y con el alma doliendo por dentro, cuando a punto estuvo de acercarse y vio que ella subía al carro de ese mariconcito de mierda, que ahora la lleva a donde él quiera. Esa mañana realmente deseó haberse demorado más de un minuto, para que no le rompan la ilusión.

LA CARTA

No sé cómo empezar esto, estoy hace dos horas con el papel delante de mí y no puedo escribir nada.
Pasó, simplemente pasó, sé que no me quieres contestar el teléfono y mucho menos me quieres ver, pero tengo derecho a un par de minutos para poder explicarte lo que realmente pasó.
Tú me conoces, y por eso me jode que me hagas esto. Sólo quiero que entiendas que necesito hablar contigo, sólo quiero que me escuches a mí y no al resto del mundo, yo nunca te haría daño.

Lo demás no se podía leer porque Claudia había quemado el resto de la carta y se la había regresado con todas las cartas de amor que él le hacía cada vez que la extrañaba.
Con la carta en las manos, él quiso correr a su casa y rogarle para que hablen, aunque sabía que ella no lo iba a atender.
Esa noche fue muy larga, él quiso retroceder el tiempo para no haberlo hecho.

EL SUEÑO

Desde niño a él siempre le gustó soñar. Se encerraba horas en el baño a mezclar todos los frasquitos que encontraba, para encontrar una poción mágica que lo convierta en pájaro, se tomaba la sustancia, y lo único que obtenía era un dolor de barriga que le duraba dos días. Siempre quiso estar arriba, ver a todos sin molestarlos y sin que todos se den cuenta.
Una noche de abril, esas en las que de tanto correr por la casa grande con sus primos se le iba el sueño y, se quedaba con su hermano saltando en la cama hasta la madrugada, le sucedió algo extraño, algo muy parecido a su sueño.

Habían dos naranjas, las que fueron rápidamente devoradas por él y su hermano. En el último gajo se tragó una pepa, preocupado por lo que le podía pasar, preguntó: "me tragué una pepa, ¿que hago?", su hermano mayor le dijo: "ya te cagaste huevón, mejor no te cuento porque ahorita lloras". Después de rogarle por un rato, le contó que se iba a convertir en un naranjo, y que iba a amanecer plantado en el patio trasero y se iba a quedar ahí para siempre, y por fin ya no lo jodería tanto, y el cuarto iba a ser para el solito, ¡si mierda! tus muñecos también para mi solo, le dijo, y después de eso se durmió.

Él no sabía que hacer, sus papás seguían tomando con los borrachos de sus tíos que siempre se quedaban hasta la madrugada y terminaban peleando por herencias que se debían. Decidió no dormir esa noche, para no amanecer plantado en el patio y no regresar nunca más. Se puso a pensar en algo para no dormir, pero no sabía que los pensamientos son los mejores aliados del sueño. Recordó la tarde que pasó con sus primos, todo hubiese sido perfecto sino hubiese sido porque Marita que le quería dar un beso en la boca cuando se escondieron juntos.

El frío lo despertó. Quiso abrigarse pero no podía, no tenía brazos para jalar una frazada. Abrió bien los ojos y se dio cuenta que estaba a tres metros del suelo y que era un árbol. No estaba tan mal estar arriba, él siempre quiso estar encima de todos. Sintió como se había unido al suelo que estaba tan húmedo. Intentó moverse varias veces, pero el gran peso que tenía se lo impidió, podía mirar todo desde ahí. Imaginó que era el árbol más grande de todo el patio donde jugaba todos los días.
Todo el día se pasó mirando como pasaba la gente por el corredor rumbo al cuarto del abuelo, o a los baños que estaban en el fondo de la casa y que curiosamente tenían una estructura jerárquica muy marcada: el primero era el de la tía, había una tina y era de un color muy cálido y siempre olía a flores. El segundo era de las empleadas, donde se incluía a la Tata, que para él era su abuela. Y el tercero era más azul, donde entraban todos los demás familiares.
Mirando como ocupaban los baños, le pareció totalmente estúpido que cada uno ocupe uno diferente, si al final todos hacían lo mismo; al llegar la tarde se dio cuenta del porqué: tal vez en el primer baño la gente se estreñía, muchas flores y ese color tan rosado impedirían que los miembros pensantes de la familia vayan a cagar en ese baño.
Llegó la noche, y con ella la soledad. En la casa no se escuchaba absolutamente nada, salvo por el gato que de rato en rato se paseaba por los techos de las casas vecinas.
Qué haría esa noche, llevaba 13 horas parado en el mismo lugar, imaginó que se iba a pasar toda la vida en ese mismo lugar.
Tal vez sus amigos lo extrañarían, extrañarían jugar en el patio de piedras esos partidos a muerte, dónde sólo importaba el honor del vencedor y la lástima del vencido, que esperaba la siguiente tarde para tomar revancha en el mismo lugar, de hecho que él extrañaría más que nadie esos instantes que se convertían en su razón de ser de todos los días, no por ganar, sino por estar con ellos, sus amigos de toda la vida.
Tomó conciencia de que todas las noches tenía que dormir, pero esta noche no tenía sueño, entendió que los árboles no pueden dormir y sólo están parados y dejan pasar los años esperando morir. No se resignó a estar esperando nada, se dio cuenta de que arriba todo es más frío, mucho más frío, y empezó a sacar sus raíces del suelo para salir de ese lugar…
Se despertó sudando y con la cama toda revuelta. Por quinta vez en el mes había soñado con lo mismo: ser un árbol. Pero ahora ya no tenía 8 años, y ya no jugaba con sus amigos en el patio de piedras…ahora el niño soñador había crecido y el único sueño que tenía era ver a Claudia una vez más, pero esta vez las raíces estarían más difíciles de sacar.

LA GANADORA

Claudia siempre quiso conocer París, fue el sueño de toda su vida. Creo que leer tanto a Bryce hizo que siempre añore esto. Pensaba sólo en trabajar y ahorrar suficiente dinero para largarse de este país de mierda, tan lleno de todo lo malo, largarse para siempre y probar suerte en la ciudad luz, que para ella iluminaba más que todo en el mundo.

Desde niña siempre quiso lo que quería. Todos le decían que era una ganadora. Y así fue, siempre ganaba en todo lo que hacía sin importar las trampas que usaba para conseguir lo que quería. Las noches en que se iba la luz en casa, y todo era tan aburrido, a Claudia y a sus cinco hermanos no les quedaba otra que jugar Monopolio, ese juego que te hace sentir millonario y tener poder por un par de horas, mientras sientes placer cuando mandas a la quiebra al jugador del costado. Ella había robado tres billetes de 500 del monopolio de su prima Anita, la niña engreída que nunca le cayó bien porque siempre andaba contándole todo a su mamá. ¡Mami, Claudia está robándole las galletas a la abuela!, siempre escuchaba a su prima decir eso, eran los billetes salvadores, esos que siempre le daban la oportunidad de comprar más tarjetitas de las avenidas más caras. Al final ella siempre les ganaba a sus hermanos, como siempre le ganaba a todo el mundo.

Como aquella vez que le ganó a su mejor amiga de toda la vida, la China Andrea. El campamento de 5º de secundaria, ese donde todos terminarían borrachos, vomitando todo lo que habían comido y durmiendo quien sabe dónde, y lo que es mejor, quien sabe con quién. Claudia y la china habían estado en el grupo de siempre, el mismo grupo en el que estaba el chico por el que moría la China desde hacía tres años, Mario, que por alguna extraña razón de la naturaleza veía a la China sólo como una amiga, incluso como una hermana. La china estaba muy borracha, esa noche había decidido confesarle a Mario su amor, y hasta se había puesto un calzón rojo, pensando que Mario le retribuiría el amor que ella levaba guardado tanto tiempo.
La noche había empezado bien, todos tomando alrededor de una fogata. La china como siempre estaba al lado de Mario y de Claudia, que era como su hermana. El alcohol que iba a darle valor a la China, terminó por traicionarla, y en vez de ser un aliado, se convirtió en su peor enemigo, hasta que apareció Claudia que terminó esa noche limpiando el vómito de su mejor amiga para que una hora después, mientras la China dormía plácidamente, terminara haciendo el amor con Mario, en una de las noches más bellas que pasó en su vida.
Si la noche anterior había sido muy buena, la mañana siguiente fue la peor de todas las que había vivido en su vida. No podía mirar a la China a los ojos, sentía una vergüenza tan grande por haberle fallado a su amiga, que a la hora del desayuno mientras todos estaban en la cafetería comentando la fogata de la noche anterior, ella entró a su carpa, sacó su mochila y se alejó de ese absurdo campamento con un dolor de cabeza espantoso y un dolor en el alma más fuerte.
Dos días después, la China llamó a Claudia para decirle que era la más mierda de todas, y que no quería verla nunca más en su vida.
Esa noche en el avión que la llevaría a París, Claudia se acordó de la China, y deseó por única vez en su vida, no haberle quitado la ilusión a su amiga, y no haber ganado…al menos esa vez.

LA NOCHE

Él caminaba perdido, cuando se cruzaron. A primera vista no la reconoció, pero cuando pasó por su lado con ese andar garboso que siempre tuvo, se dio cuenta que era ella, y que otra vez más, ella se le pasaba por el costado y él la dejaba, así como se le estaba pasando la vida estos tres últimos años que llevaba pensando en ella y en esa última noche que pasaron juntos.
Claudia no lo había reconocido, o tal vez no lo quiso reconocer porque caminaba sin mirar a nadie, seguro queriendo evitar a la gente que conocía, sólo para no saludarlos.
En todo el tiempo que se había pasado lamentando el no haber podido tenerla a su lado, se prometía a si mismo que si tenía otra oportunidad de verla la seguiría, le pediría perdón, le prometería cambio, y sobre todo le juraría que nunca la había dejado de amar. La vida le estaba regalando una última oportunidad, no sabía muy bien que hacer. Cuando al fin pudo reaccionar, se dio cuenta que ella estaba cruzando la calle. Corrió en su tras, casi muere atropellado por un carro a sólo 10 metros del amor de su vida.
- Claudia - gritó sin saber muy bien que le iba a decir. Ella volteó estremeciéndose al reconocer esa voz de inmediato, y dándose cuenta de que su corazón no lo había olvidado por más que ella lo intento mil veces, y mil veces salió con hombres de todas las edades para tratar de olvidarlo. Cuando él llegó jadeando a donde estaba le dijo "Claudia, soy yo". Ella sabía quien era, si todos los días soñaba con que se lo encontraría por la calle.
Como había cambiado, estaba un poco más delgado, y con unas ojeras que delataban que pasaba las noches en vela, se le antojó pensar que no dormía bien porque pensaba en ella, y también se le antojó darle un beso en ese momento, pero se contuvo.

Él la miro con todo el amor que había guardado por tres años, pensó en abrazarla, pensó en besarla, pero también se contuvo. - Hola - dijo ella ¿Cómo has estado? ¿Cuánto tiempo?, Él - la verdad que mañana se cumplen tres años -, Ella - tanto tiempo, que rápido.

Esos ojos, él nunca los había olvidado. Ese olor que lo atormentaba cada vez que se encontraba solo en su casa y se ponía a oler sus sábanas, estaba ahí. Se había imaginado muchas veces un encuentro entre ellos, había pensado minuciosamente lo que le tenía que decir, había ensayado miles de veces las respuestas a las preguntas que supuso ella le haría. Pero estaba parado frente a ella, esa fría noche de Agosto sin saber que hacer, sin saber si levantar la mano para arreglarse el pelo, o sin saber si acercarse un poco porque estaba muy lejos de ella, o si alejarse porque estaba muy cerca. Su mirada lo decía todo, parecía que nada había cambiado en ella, esos grandes ojos café irradiaban amor. Ella se sintió un poco incómoda, tal vez se acordó de aquella noche. Sabes que estoy un poco apurada, me tengo que ir. Él había imaginado miles de diálogos, pero en ninguno de sus libretos estaba que ella le diga eso y tan rápido. "No crees que te pueda ver un día de estos, a ver si salimos a pasear". Ella - "no sé, creo que mejor no". Tras dudar un instante, se despidió y se fue casi corriendo. Él nunca se había imaginado esto, tres años esperando encontrarla, para que todo termine tan rápido, para que todo sea más confuso.

Sacó su Ipod y puso la una de las tantas canciones que le hacían recordar a ella: "Cuando respiro en tu boca, penetra tu ojo en mi ojo, me precipito hacia el cielo…", escuchaba como Claudio Valenzuela interpretaba esa poderosa melodía que él había hecho suya desde la primera vez que la escuchó y se preguntó por qué no sentía lo que decía la canción con Paula, su enamorada. No quería pensar que no estaba enamorado de ella, si eso no era amor, entonces que era el amor. Algunos meses después lo descubrió realmente, exactamente esa noche Trujillana, cuando conoció a Claudia... Esa noche sólo quiso abrazar a Claudia.

LA FIESTA

Esa noche iba a ser muy difícil de olvidar. Habían pasado tres años desde que se dejaron de ver y para él todo ese tiempo había sido muy confuso.

Tal vez no recuerden como se conocieron. Claudia estaba de vacaciones en Trujillo, porque tenía un departamento que su viejo había puesto a su nombre, y quería aprovechar ese verano para sacarle el máximo provecho antes de alquilarlo y ahorrar todo lo posible para de una vez por todas conocer París.

Él estaba en Trujillo por unos días. Había ido a visitar a sus viejos amigos, a los amigos de toda la vida que vivían ahí hacía ya varios años. Nunca supo porque estaba tan nervioso esa noche antes de salir. Su celular sonó. - "Aló!, si amor estoy bien, no te preocupes" - Al otro lado del teléfono, pero a una distancia más lejana de la que sonaba esa fría conversación estaba sentada en su cama Paula, su única enamorada. No llegues muy tarde, y no estés mirando a ninguna mujer, le dijo medio en broma, sabiendo que él era el mejor hombre que había conocido. Amor tú sabes que jamás haría nada que te pueda lastimar, sólo voy a tomar un par de cervezas y regreso a la casa, lo único que él quería era cortar el celular para encontrarse con sus amigos, que le habían prometido para esa noche, la última en Trujillo, exceso de alcohol y un poco de hierba.

Las 10 de la noche, y sólo faltaba que llegue Juanito. Mientras lo esperaban en uno de los tantos parques de la ciudad, decidieron animarse con un ron. Sabían que tenían que aprovechar todo el tiempo posible, porque la noche es muy ingrata y cuando estás en lo mejor se acaba, y con ella se van muchas ilusiones postmodernas, que jamás regresarán, al menos no una noche como aquella.

Estaba decidido, esa noche mientras esperaban a Juan para disfrutar de su última noche trujillana, se dio cuenta que jamás había hecho nada malo, nunca había engañado a su enamorada. No es que le hayan faltado oportunidades, sólo que no lo había hecho porque no se quería sentir mal sabiendo que luego le tendría que contar la verdad y sentirse una mierda por haberle sacado la vuelta. Al ver que el celular no paraba de timbrar, y al imaginar la voz de Paula preguntándole si habían muchas mujeres en la fiesta, y que cuidadito esté mirando a otras, decidió apagar ese aparato de mierda y tres copas después, también decidió que esa noche la iba a engañar, lo que venga después se verá después, pero hoy me tiro a alguien, pensó.

La fiesta no estaba muy buena, pero la gente seguía llegando. El negro les presentó a la dueña del cumpleaños, una gordita simpaticona. Se le cruzó por la cabeza darle un regalo especial a la cumpleañera, pero lo pensó bien y recién llegaba, tampoco era para tirarse a la primera chica que le presenten.

Media hora después no había encontrado a la chica especial, y el alcohol ya estaba haciéndose más amigo de su cuerpo. Conoció a dos mujeres que estudiaban Derecho, pero se la pasaron hablando de los increíbles descuentos que había en Saga el fin de semana pasado. Las odió porque no habían leído a Mariátegui. "Perras de mierda" balbuceó cuando se fue en busca de más alcohol que lo salve de las frívolas futuras abogadas del Perú.

Estaba emborrachándose rápidamente, esa exquisita sensación de la embriaguez en la que se sentía feliz y con tantas ganas de hacer todo, pero sobre todo de conversar. ¿Era el alcohol?, donde había estado esta mujer toda la noche, sabía que era ella. Ella estaba conversando con un imbécil sentados en un sofá de la gran sala convertida en pista de baile para la ocasión. No lo pensó y fue directo a ella. - ¿Bailas? - le dijo mirándola a los ojos, ella miró muy aburrida a su acompañante y dijo Sí, y tres segundos más tarde soltó un pequeño "gracias por sacarme a ese baboso de encima", que se perdió con el altoparlante.

Bailaron toda la noche, se quería morir al darse cuenta de lo parecidos que eran. A ella le gustaba el helado de chocolate, había llorado leyendo a Bryce, y no pudo ocultar la envidia que sentía por Wong Kar Wai. En ese instante él pudo entender el significado de muchas cosas. Quiso que esa fiesta dure para siempre, pero como nada en el mundo es como uno quiere, la fiesta terminó antes de lo previsto porque la cumpleañera acabó vomitando toda la cocina, y salió gritando histérica gritándoles perras a todas sus amigas. Pobre gordita, seguro alguna de sus amigas le había quitado al enamorado. Él no supo que hacer en ese momento en el que todos abandonaban la casa, acompañó a Claudia a su casa. No vivía muy lejos de ahí, así que fueron caminando. Quiso darle un beso, pero sabía que la iba a cagar, llegaron a su puerta, se miraron, y en vez de besarla le preguntó si podía buscarla al día siguiente. Regresó solo, caminó mucho pensando mucho…deseó acordarse de esa noche para siempre.