Desde niño a él siempre le gustó soñar. Se encerraba horas en el baño a mezclar todos los frasquitos que encontraba, para encontrar una poción mágica que lo convierta en pájaro, se tomaba la sustancia, y lo único que obtenía era un dolor de barriga que le duraba dos días. Siempre quiso estar arriba, ver a todos sin molestarlos y sin que todos se den cuenta.
Una noche de abril, esas en las que de tanto correr por la casa grande con sus primos se le iba el sueño y, se quedaba con su hermano saltando en la cama hasta la madrugada, le sucedió algo extraño, algo muy parecido a su sueño.
Una noche de abril, esas en las que de tanto correr por la casa grande con sus primos se le iba el sueño y, se quedaba con su hermano saltando en la cama hasta la madrugada, le sucedió algo extraño, algo muy parecido a su sueño.
Habían dos naranjas, las que fueron rápidamente devoradas por él y su hermano. En el último gajo se tragó una pepa, preocupado por lo que le podía pasar, preguntó: "me tragué una pepa, ¿que hago?", su hermano mayor le dijo: "ya te cagaste huevón, mejor no te cuento porque ahorita lloras". Después de rogarle por un rato, le contó que se iba a convertir en un naranjo, y que iba a amanecer plantado en el patio trasero y se iba a quedar ahí para siempre, y por fin ya no lo jodería tanto, y el cuarto iba a ser para el solito, ¡si mierda! tus muñecos también para mi solo, le dijo, y después de eso se durmió.
Él no sabía que hacer, sus papás seguían tomando con los borrachos de sus tíos que siempre se quedaban hasta la madrugada y terminaban peleando por herencias que se debían. Decidió no dormir esa noche, para no amanecer plantado en el patio y no regresar nunca más. Se puso a pensar en algo para no dormir, pero no sabía que los pensamientos son los mejores aliados del sueño. Recordó la tarde que pasó con sus primos, todo hubiese sido perfecto sino hubiese sido porque Marita que le quería dar un beso en la boca cuando se escondieron juntos.
El frío lo despertó. Quiso abrigarse pero no podía, no tenía brazos para jalar una frazada. Abrió bien los ojos y se dio cuenta que estaba a tres metros del suelo y que era un árbol. No estaba tan mal estar arriba, él siempre quiso estar encima de todos. Sintió como se había unido al suelo que estaba tan húmedo. Intentó moverse varias veces, pero el gran peso que tenía se lo impidió, podía mirar todo desde ahí. Imaginó que era el árbol más grande de todo el patio donde jugaba todos los días.
Todo el día se pasó mirando como pasaba la gente por el corredor rumbo al cuarto del abuelo, o a los baños que estaban en el fondo de la casa y que curiosamente tenían una estructura jerárquica muy marcada: el primero era el de la tía, había una tina y era de un color muy cálido y siempre olía a flores. El segundo era de las empleadas, donde se incluía a la Tata, que para él era su abuela. Y el tercero era más azul, donde entraban todos los demás familiares.
Mirando como ocupaban los baños, le pareció totalmente estúpido que cada uno ocupe uno diferente, si al final todos hacían lo mismo; al llegar la tarde se dio cuenta del porqué: tal vez en el primer baño la gente se estreñía, muchas flores y ese color tan rosado impedirían que los miembros pensantes de la familia vayan a cagar en ese baño.
Llegó la noche, y con ella la soledad. En la casa no se escuchaba absolutamente nada, salvo por el gato que de rato en rato se paseaba por los techos de las casas vecinas.
Qué haría esa noche, llevaba 13 horas parado en el mismo lugar, imaginó que se iba a pasar toda la vida en ese mismo lugar.
Llegó la noche, y con ella la soledad. En la casa no se escuchaba absolutamente nada, salvo por el gato que de rato en rato se paseaba por los techos de las casas vecinas.
Qué haría esa noche, llevaba 13 horas parado en el mismo lugar, imaginó que se iba a pasar toda la vida en ese mismo lugar.
Tal vez sus amigos lo extrañarían, extrañarían jugar en el patio de piedras esos partidos a muerte, dónde sólo importaba el honor del vencedor y la lástima del vencido, que esperaba la siguiente tarde para tomar revancha en el mismo lugar, de hecho que él extrañaría más que nadie esos instantes que se convertían en su razón de ser de todos los días, no por ganar, sino por estar con ellos, sus amigos de toda la vida.
Tomó conciencia de que todas las noches tenía que dormir, pero esta noche no tenía sueño, entendió que los árboles no pueden dormir y sólo están parados y dejan pasar los años esperando morir. No se resignó a estar esperando nada, se dio cuenta de que arriba todo es más frío, mucho más frío, y empezó a sacar sus raíces del suelo para salir de ese lugar…
Tomó conciencia de que todas las noches tenía que dormir, pero esta noche no tenía sueño, entendió que los árboles no pueden dormir y sólo están parados y dejan pasar los años esperando morir. No se resignó a estar esperando nada, se dio cuenta de que arriba todo es más frío, mucho más frío, y empezó a sacar sus raíces del suelo para salir de ese lugar…
Se despertó sudando y con la cama toda revuelta. Por quinta vez en el mes había soñado con lo mismo: ser un árbol. Pero ahora ya no tenía 8 años, y ya no jugaba con sus amigos en el patio de piedras…ahora el niño soñador había crecido y el único sueño que tenía era ver a Claudia una vez más, pero esta vez las raíces estarían más difíciles de sacar.
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