Claudia siempre quiso conocer París, fue el sueño de toda su vida. Creo que leer tanto a Bryce hizo que siempre añore esto. Pensaba sólo en trabajar y ahorrar suficiente dinero para largarse de este país de mierda, tan lleno de todo lo malo, largarse para siempre y probar suerte en la ciudad luz, que para ella iluminaba más que todo en el mundo.
Desde niña siempre quiso lo que quería. Todos le decían que era una ganadora. Y así fue, siempre ganaba en todo lo que hacía sin importar las trampas que usaba para conseguir lo que quería. Las noches en que se iba la luz en casa, y todo era tan aburrido, a Claudia y a sus cinco hermanos no les quedaba otra que jugar Monopolio, ese juego que te hace sentir millonario y tener poder por un par de horas, mientras sientes placer cuando mandas a la quiebra al jugador del costado. Ella había robado tres billetes de 500 del monopolio de su prima Anita, la niña engreída que nunca le cayó bien porque siempre andaba contándole todo a su mamá. ¡Mami, Claudia está robándole las galletas a la abuela!, siempre escuchaba a su prima decir eso, eran los billetes salvadores, esos que siempre le daban la oportunidad de comprar más tarjetitas de las avenidas más caras. Al final ella siempre les ganaba a sus hermanos, como siempre le ganaba a todo el mundo.
Desde niña siempre quiso lo que quería. Todos le decían que era una ganadora. Y así fue, siempre ganaba en todo lo que hacía sin importar las trampas que usaba para conseguir lo que quería. Las noches en que se iba la luz en casa, y todo era tan aburrido, a Claudia y a sus cinco hermanos no les quedaba otra que jugar Monopolio, ese juego que te hace sentir millonario y tener poder por un par de horas, mientras sientes placer cuando mandas a la quiebra al jugador del costado. Ella había robado tres billetes de 500 del monopolio de su prima Anita, la niña engreída que nunca le cayó bien porque siempre andaba contándole todo a su mamá. ¡Mami, Claudia está robándole las galletas a la abuela!, siempre escuchaba a su prima decir eso, eran los billetes salvadores, esos que siempre le daban la oportunidad de comprar más tarjetitas de las avenidas más caras. Al final ella siempre les ganaba a sus hermanos, como siempre le ganaba a todo el mundo.
Como aquella vez que le ganó a su mejor amiga de toda la vida, la China Andrea. El campamento de 5º de secundaria, ese donde todos terminarían borrachos, vomitando todo lo que habían comido y durmiendo quien sabe dónde, y lo que es mejor, quien sabe con quién. Claudia y la china habían estado en el grupo de siempre, el mismo grupo en el que estaba el chico por el que moría la China desde hacía tres años, Mario, que por alguna extraña razón de la naturaleza veía a la China sólo como una amiga, incluso como una hermana. La china estaba muy borracha, esa noche había decidido confesarle a Mario su amor, y hasta se había puesto un calzón rojo, pensando que Mario le retribuiría el amor que ella levaba guardado tanto tiempo.
La noche había empezado bien, todos tomando alrededor de una fogata. La china como siempre estaba al lado de Mario y de Claudia, que era como su hermana. El alcohol que iba a darle valor a la China, terminó por traicionarla, y en vez de ser un aliado, se convirtió en su peor enemigo, hasta que apareció Claudia que terminó esa noche limpiando el vómito de su mejor amiga para que una hora después, mientras la China dormía plácidamente, terminara haciendo el amor con Mario, en una de las noches más bellas que pasó en su vida.
Si la noche anterior había sido muy buena, la mañana siguiente fue la peor de todas las que había vivido en su vida. No podía mirar a la China a los ojos, sentía una vergüenza tan grande por haberle fallado a su amiga, que a la hora del desayuno mientras todos estaban en la cafetería comentando la fogata de la noche anterior, ella entró a su carpa, sacó su mochila y se alejó de ese absurdo campamento con un dolor de cabeza espantoso y un dolor en el alma más fuerte.
Dos días después, la China llamó a Claudia para decirle que era la más mierda de todas, y que no quería verla nunca más en su vida.
Esa noche en el avión que la llevaría a París, Claudia se acordó de la China, y deseó por única vez en su vida, no haberle quitado la ilusión a su amiga, y no haber ganado…al menos esa vez.
Esa noche en el avión que la llevaría a París, Claudia se acordó de la China, y deseó por única vez en su vida, no haberle quitado la ilusión a su amiga, y no haber ganado…al menos esa vez.
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